El aspartamo, un edulcorante presente en miles de productos, ya de por sí muy controvertido, ¿podría ser la causa de una epidemia de ansiedad hereditaria? Averigüémoslo a la luz de los últimos estudios sobre el tema.
Con una densidad calórica equivalente a la del azúcar (es decir, aproximadamente 4 kcal/g), ¡el aspartamo tiene un poder edulcorante 200 veces superior! Por lo tanto, el aspartamo puede utilizarse en cantidades mucho menores que el azúcar para conseguir un resultado de dulzor similar. Se trata de un edulcorante (1).
Pues bien, como la OMS recomienda no sobrepasar el 10% de la ingesta diaria de calorías de los denominados "azúcares libres” para evitar los riesgos sanitarios asociados (diabetes de tipo II, enfermedades cardiovasculares, caries, sobrepeso, etc.) (2), consumidores y empresarios han recurrido masivamente al aspartamo para recuperar el sabor dulce (o como potenciador del sabor, por ejemplo en pasteles de aperitivo) en sus productos favoritos.
De modo que el aspartamo se encuentra en miles de productos por todo el mundo, desde las sodas “light” a los yogures, pasando por los pasteles de aperitivo, pero también en las salsas para las ensaladas o en conservas de carne o de verduras.
Concretamente, el consumo de aspartamo puede aumentar los niveles de fenilalanina y de ácido aspártico en el cerebro. Estos compuestos pueden inhibir la síntesis y la liberación de neurotransmisores(la dopamina, la norepinefrina y la serotonina) que son conocidos reguladores de la actividad neurofisiológica (3).
El aspartamo actúa además como un factor de estrés químico aumentando los niveles de cortisol plasmático y provocando la producción de radicales libres en exceso. Ahora bien, niveles elevados de cortisol y un exceso de radicales libres pueden aumentar la vulnerabilidad del cerebro al estrés oxidativo, lo que puede tener efectos adversos sobre la salud neuroconductual.
Además, según otro estudio reciente, que ha causado un gran revuelo, la exposición al aspartamo produce cambios en la expresión de los genes que regulan el equilibrio excitación-inhibición en la amígdala, una región del cerebro que regula la ansiedad y el miedo. Y lo que es peor: estos efectos podrían transmitirse a lo largo de dos generaciones (4), es decir, ¡en definitiva habría tres generaciones afectadas!
Esta es la razón por la que los autores de estos dos estudios recomiendan encarecidamente abandonar el consumo de aspartamo para evitar desarrollar trastornos ansiosos o incluso depresivos.
Y esto lo hacen siguiendo el ejemplo de otro estudio, realizado en Francia por investigadores del Instituto Nacional de Investigación en Salud y Medicina de Francia (Inserm), el Instituto Nacional de Investigación para la Agricultura, la Alimentación y el Medioambiente de Francia (INRAE), la Universidad Sorbona París Norte y el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios de Francia (Cnam), dentro del Equipo de Investigación en Epidemiología Nutricional (EREN), que han intentado cambiar el estatus de este polémico edulcorante ante la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA)., debido al elevado riesgo de cáncer que provoca su consumo (5).
Por lo tanto, se recomienda encarecidamente, sobre todo si es usted propenso(a) por naturaleza a la ansiedad, el estrés, los trastornos del sueño y los síntomas depresivos, no consumir aspartamo, ni ningún otro edulcorante en general.
Lo ideal es conseguir prescindir del azúcar, de manera progresiva, consumiendo productos cada vez más naturales y sustituir el azúcar, por ejemplo, en el yogur y el requesón, por fruta fresca jugosa (peras, kiwi, melocotones, etc.) o pasas.
En esta línea, puede ser interesante reemplazar inicialmente el azúcar blanco por azúcar integral (de caña de azúcar, de coco, de remolacha, etc.), sirope de arce o miel (o incluso sirope de agave).
Asimismo, es esencial evitar en la medida de lo posible los alimentos ultraprocesados , que muy a menudo contienen edulcorantes (y por tanto frecuentemente aspartamo, que es barato) y cuyo consumo se ha correlacionado desde hace tiempo con un mayor riesgo de cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Las sodas, sean cuales sean, evidentemente hay que eliminarlas de una dieta sana y equilibrada.
Si a usted le gusta el chicle, acuérdese de revisar bien su composición y sustitúyalos por chicles sin edulcorantes , sin aromas artificiales y sin antioxidantes (como Mastic Gum Elma, un chicle natural y refrescante gracias al aceite esencial de lentisco de Quíos).
Si, debido a un consumo excesivo de aspartamo o no, padece de trastornos de ansiedad o depresión, puede recurrir a remedios naturales con muchos beneficios.
Por ejemplo, la ashwagandha o withania una planta ayurvédica utilizada desde hace miles de años en la medicina tradicional asiática, es una planta adaptógena cuyos beneficios han sido reconocidos por las autoridades. Contribuye a una relajación óptima, al equilibrio emocional y al bienestar general. La ashwagandha es por tanto un excelente apoyo en momentos de tensión mental y de ansiedad (6). Se encuentra en forma de cápsulas (por ejemplo, las cápsulas vegetales de Super Ashwagandha, con el contenido en principios activos más elevado del mercado).
Por otra parte, el magnesio es un mineral esencial que contribuye al funcionamiento psicológico normal y a la reducción del cansancio. La vitamina B1 contribuye al funcionamiento normal del sistema nervioso, mientras que la pasiflora ayuda a inducir un estado de calma, aumentar la resistencia del organismo al estrés y favorecer un sueño reparador. Además, en sinergia, estos tres remedios naturales son un complemento ideal para combatir la ansiedad y el estrés (cf. Stress Relief Formula) (7-8).
Por último, muchas personas recurren a la idebenona, un análogo de la coenzima Q10, para combatir el estrés oxidativo, sobre el que hemos visto anteriormente que puede provocar trastornos de ansiedad.
Referencias
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