La inflamación es un mecanismo del organismo para combatir las agresiones. Pero cuando ésta se hace excesiva, el cuerpo sufre por ello. Lo esencial en 10 puntos.
Es muy sencillo: el cuerpo no puede prescindir de la inflamación: es uno de sus principales mecanismos de defensa. Sin embargo, en ciertos casos, el organismo sobreexpresa estos mecanismos, con efectos nocivos. Cuando esto se reproduce, entonces se habla de inflamación crónica: el propio cuerpo ya no puede seguir regulando esta reacción y esto puede tener consecuencias graves. Presentamos información actualizada resumida en 10 cosas que hay que saber sobre la inflamación crónica.
Ésta es incluso uno de los principales mecanismos de defensa contra las agresiones. Ésta puede ser mecánica (herida o llaga) o microbiana (infección). A veces ésta es incluso autoinmune: el cuerpo activa sus defensas contra sí mismo.
¿Cuál es el mecanismo normal de inflamación? Cuando se produce una agresión, se envían unasseñales químicas , activando la dilatación de los vasos y la llegada de las células inmunitarias. Estas células son las que van a combatir activamente el origen del ataque. Esta reacción provoca las señales que constatamos habitualmente: rojez, calor, hinchazón y dolor, a veces pulsátil (la impresión de un pulso batiendo en el lugar de la inflamación). Por tanto, esta inflamación es una reacción inmunitaria , y frecuentemente basta para tratar la agresión.
Si la agresión sigue estando activa, entonces la inflamación también lo está. Puede ser debida a elementos exteriores, como el alcohol tomado en cantidad excesiva, lo que origina una inflamación duradera del hígado (cirrosis). La contaminación del aire y el tabaco provocan esta inflamación en los pulmones. Al igual que ciertas bacterias, como el bacilo de koch, que provoca la tuberculosis, una enfermedad inflamatoria crónica.
Ciertas disposiciones genéticas pueden también provocar patologías de este tipo, como la espondiloartritis anquilosante. También se habla de las patologías autoinmunes, como el lupus, la psoriasis... que están especialmente caracterizadas por esta inflamación crónica. También se cree que la obesidad y el síndrome metabólico - es decir un conjunto de factores de riesgo cardiovascular (especialmente hipertensión arterial, colesterol y glucemia demasiado elevados) son un factor de desarrollo de la inflamación crónica en el organismo (1). El estrés y el sedentarismo son también posiblemente elementos que favorecen su aparición.
Unos investigadores han mostrado que ciertos factores inflamatorios pueden también alcanzar el sistema nervioso central . Cuando esta inflamación persiste, puede tener consecuencias en las neuronas y su funcionamiento. Ciertas patologías nerviosas estarían entonces afectadas por un agravamiento: depresión, trastornos bipolares, autismo o incluso esquizofrenia. Estos descubrimientos enriquecen las ideas para el tratamiento de la inflamación crónica para aliviar a los pacientes que padecen trastornos psiquiátricos (2). En el caso concreto de la depresión, el origen inflamatorio está cada vez más documentado. Ciertas moléculas inflamatorias como las citoquinas producen también moléculas tóxicas para el sistema nervioso, y limitan la producción de hormonas como la serotonina. Esta última regula el estado de ánimo y un déficit de serotonina es una de las causas de la depresión. Por tanto, una inflamación crónica aumentaría el riesgo de desarrollo de la depresión (3).
Las patologías inflamatorias crónicas son enfermedades de larga duración. Las enfermedades inflamatorias del intestino (rectocolitis hemorrágica, enfermedad de Crohn), la psoriasis, la esclerosis múltiple, la sarcoidosis, la artrosis y sus derivados (poliartritis reumatoide por ejemplo)...
La inflamación crónica también forma parte de los factores en el caso de muchas otras patologías: obesidad, diabetes, acné, fibromialgia…
Contrariamente a su forma aguda, la inflamación crónica puede estar silenciosa largo tiempo, es decir asintomática. Se puede padecer una enfermedad inflamatoria sin darse cuenta: esto está muy claro en el caso de la diabetes, de la aortitis, de ciertas formas de artrosis …
A veces, hay síntomas, pero no son característicos, como un cansancio excesivo o trastornos digestivos. Por tanto, los síntomas agudos de la inflamación, como el dolor, sólo aparecen más tarde: entonces el tratamiento es a menudo más fuerte. Estas señales un poco confusas representan el árbol que no deja ver el bosque y es necesario un análisis de sangre para detectar trastornos inflamatorios.
Se dice a menudo: ¡la alimentación es el primer remedio! Esto funciona también a la inversa: una alimentación desequilibrada desestabiliza al organismo. Consumir glúcidos simples (azúcar de la fruta, todos los azúcares añadidos) y lípidos “malos” en exceso provoca una reacción inflamatoria, junto a un consumo insuficiente de fibra. Por tanto, conviene limitar los platos preparados, la charcutería, e incluso los productos lácteos. Respecto al azúcar, más vale evitar los pasteles, las bebidas azucaradas, las harinas refinadas…
Por otra parte, ya se conoce la relación entre la inflamación y el equilibrio intestinal . La flora intestinal está constituida por microorganismos muy numerosos que no son patógenos y son sobre todo necesarios para el equilibrio del cuerpo. Cuando la microbiota intestinal disminuye, se constata un desequilibrio general del organismo, y más todavía a nivel inflamatorio. Finalmente, las enfermedades inflamatorias del intestino se complican, en un 20 % de los casos, para convertirse en cáncer colorrectal (4). La estabilización de la flora intestinal constituye por tanto una esperanza terapéutica en numerosas patologías.
Si el riesgo de inflamación crónica aumenta con la edad, también es una de las causas del envejecimiento prematuro. Tanto es así que se ha inventado un neologismo para esto: el inflammaging (del inglés, inflammation – inflamación y aging – envejecimiento) (5). Se conocen sus efectos nocivos especialmente en el funcionamiento general del organismo, que aceleran el proceso natural del envejecimiento. Éste es el caso especialmente de patologías como la diabetes o la degeneración macular asociada a la edad (DMAE). Pero también se sabe que la inflamación crónica actúa sobre la piel: ¡ésta limita la renovación celular, provoca una relajación de los tejidos y al mismo tiempo, de las arrugas !
Además de cualquier patología inflamatoria, la práctica regular y moderada de una actividad física tiene efectos beneficiosos. Como, por otra parte, en la totalidad del organismo. En efecto, el deporte en estas condiciones limita claramente la producción de células proinflamatorias . ¡De 20 a 30 minutos al día bastan para beneficiarse de la acción antiinflamatoria del deporte! Truco: andar a buen paso cuenta como una actividad física (6).
No obstante, conviene ser prudente, especialmente cuando se tiene artrosis o patologías inflamatorias articulares en general. Algunos deportes aumentan el riesgo de padecer artrosis, especialmente los que implican impactos fuertes o torsiones, como el tenis o los deportes de equipo (7). Por su parte, las actividades físicas como el ciclismo o la natación son sin embargo recomendadas. Lo ideal sigue siendo consultar un médico para identificar una actividad que esté adaptada a las patologías inflamatorias en riesgo.
La obesidad y la inflamación tienen unas relaciones que se pueden calificar de peligrosas. La obesidad favorece la inflamación crónica , ¿pero no es cierto lo contrario? En efecto, la inflamación crónica aumenta el riesgo de la resistencia a la insulina. Ésta deja de funcionar correctamente y el nivel de azúcar en sangre se dispara. Entonces se habla de un círculo vicioso. Además, una sobrecarga alimenticia fatiga al metabolismo. Los mecanismos de eliminación pasan el relevo a los mecanismos de almacenamiento: el azúcar a los músculos y el hígado, y las grasas a los adipocitos . Estas células aumentan la reacción inflamatoria, manteniendo el círculo. El tratamiento de la inflamación forma parte de las ideas terapéuticas más estudiadas en el marco del sobrepeso y de la obesidad.
Ya se ha dicho, para limitar la inflamación crónica es necesaria una alimentación equilibrada. Algunos alimentos están todavía más indicados debido a su acción antiinflamatoria. El cúrcuma por ejemplo ha dado muestras de su eficacia respecto a varios mecanismos inflamatorios (8). La grosella negra también es conocida por sus propiedades antiinflamatorias (9), al igual que el arándano rojo o agrio, el arándano o la baya de goji (10). Respecto a los complementos alimenticios, ciertas moléculas también han mostrado tener importantes propiedades antiinflamatorias.
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La inflamación crónica se caracteriza por unos mecanismos complejos, a veces incluso no elucidados por la comunidad científica. En el caso de una patología inflamatoria crónica, es esencial seguir el tratamiento aconsejado por un médico. En un marco preventivo, una alimentación equilibrada y la práctica regular de una actividad física son los primeros pasos en la lucha contra la inflamación.
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